martes, 12 de julio de 2011

Nos despertamos con la esperanza de que los pies de Javier se hayan recuperado y poder seguir adelante. Todo lo contrario. El izquierdo no lo puede calzar siquiera de la hinchazón, que no ha respondido al tratamiento de ayer. La verdad es que no sabemos el origen, cada uno dice una cosa, lo que está claro es que no puede hacerse la tirada hasta Burgos.
Hay que decidir. Lo acompañaré hasta el pueblo más cercano con parada de autobús. "A 3 km casi de camino a Burgos", me dice un espabilao, qué cachondo. Javier nos esperará en la catedral y yo retomo el Camino intentando no retrasarme demasiado.
El pobre tiene que hacerse estos pedregales en chanclas, con la sensación de que atrás queda algo más que un problema en los pies.

Un día de soledad no viene mal. En tierra de nadie, con un horario desfasado, tampoco hay peregrinos que cruzarse.

Voy reconstruyendo los días pasados, intentando releer las señales para darles una nueva interpretación y ver si consigo encajar el puzzle. No estoy muy conforme con este desenlace, demasiadas tensiones. 
Y venga adrenalina, como siga a esta marcha me cargo la suspensión. 
En la foto, el primer plano está sombrío, más adelante la luz. Espero que  mi cabeza también funcione así: pasar este trago amargo e iluminar los próximos días, aunque un nubarrón me acompañe.

Al llegar a Burgos la historia ha cambiado. Una vez comprobado que Javier ha llegado bien, que Vicky se lo ha encontrado, pasadas las quejas de si la entrada a Burgos era la buena o no (cuando el Camino es duro suele hacer falta un culpable), resulta que es el cumpleaños de Juan, por eso ha venido Vicky. 
A celebrar toca. Se retrata con una comilona en un sitio apañao. ¡Ole! ¡Feliz cumpleaños!

Con la tripa llena y algunos con sus arrumacos, volvemos a la realidad.

No llegaremos a saber qué le produjo la infección.

Después de media tarde en el hospital , toca despedirse. Javier se vuelve para Madrid, esta vez en coche. Despierta cierta envidia, lo ha conseguido.