miércoles, 8 de julio de 2009


Hoy es el penúltimo día, y por lo que recuerdo de otros años, no va a ser fácil , más que eso, temo la llegada a Los Arcos, nunca se me ha dado bien. Y mientras voy dándole vueltas a la cabeza, toma, las Bodegas Irache. Extraño tomarse un trago de vino antes de las 8 de la mañana, qué le vamos a hacer. Es un detalle por su parte y hay que estar a la altura.

Esta austriaca nos dice que salió de su casa, allá por el Tirol, y no ha hecho otra cosa sino andar. Que bestia. Hoy resulta que es el primer día que el sol va a picar, "beware of the sun" le digo, que esta gente no conoce cómo se las gasta Lorenzo. No lleva para cubrirse la cabeza. Se quedará un par de días en Los Arcos por una insolación.

Otro mito, Pablito, pero este no es el mío. Sin personas como él, el Camino sería otra cosa. No es sencillo entender qué les mueve a volcarse de esa manera en los peregrinos.

Nos hace entrega de la la Auténtica Calabaza y Verdadera Vara de Avellano, y nos enseña a andar con ella: "uno, dos, tres, apoya; uno, dos, tres, apoya. Subiendo, pon la mano más abajo, a la altura del pecho; cuando bajes, al revés ..."

Ahora sí que somos Peregrinos, cuidao.

Lo de hoy son todo recuerdos confusos de otros años que voy confirmando punto por punto. Esto es un aljibe románico en medio del secarral.

Seguimos fuertes.
Un detalle, las sombras se están acortando, y todavía nos queda un trecho sin agua ni sombra.

La intemperie impone su ley. El cielo despejado, el sol ahí arriba, 12 kms sin un árbol, ni fuente, las rectas, blancas, se van estirando, polvo a cada paso. Espacio entre nosotros. Nuestros pensamientos y prioridades se distancian. De izquierda a derecha, Pablito, Celia, Javier.

Llegamos a las tres y media, muy tarde, eso sí, a la entrada hemos adelantado a otros peregrinos, que eso motiva mucho. Esta energía les dura poco, la etapa ha sido dura. Y lo que queda.
En el albergue no hay plazas, da igual, ya improvisaremos. Vamos a comer que es necesario. Los dejo a la sombra y voy a buscar sitio. Están todos cerrados, menos uno, donde a pesar de explicarles la situación se niegan a hacernos siquiera unos bocadillos. No consigo entender la falta de humanidad. Reconozco que me tengo que sujetar con el tipo y lo paga la puerta.

Cuando el pueblo es ya un desierto, en la gasolinera, un mariquilla nos ofrece todo lo contrario, facilidades y comprensión, Un encanto. Agradecido para siempre.
Mis pobres pajarillos y una cerveza.

Toca solucionar dónde dormimos. Según nuestra guía sólo hay un albergue. Es la primera vez que nos pasa y a los críos se les hace un mundo. Nos comentan que una señora tiene habitaciones en su casa preparadas para estas situaciones, vamos, algo que en breve será un albergue privado: una habitación separada de la casa con literas y cuarto de baño. Tema resuelto, con un añadido que no hubiéramos imaginado: tres gatitos, que restituyen la inocencia olvidada por las exigencias de la etapa. En el Camino te das, y te lo devuelve a su manera.


"Papá, mañana terminamos, y la señora dice que nos los regala¿nos los podemos llevar a casa?" Todos: "¡Papaaaa, porfaa!"



La foto que hay que hacer.

Y la que no esperábamos. Nos los volvemos a encontrar. El día sigue remontando. A Celia le traducen lo que pone en la camiseta.

Parece que los planes de cada grupo serán distintos para mañana. Ya no volveremos a coincidir. Decidimos hacer una cena de despedida. Los coreranos se encargan del arroz y trocear el resto al tamaño del arroz. Carmelo y yo, tíos serios, del vino, que una responsabilidad.

Hilo, porcelana, cristal de Bohemia y plata fina. Hasta fotógrafo profesional para el evento.
Al final unos regalos preciosos, los Reyes Magos no consiguen estas expresiones.
Por si fuera poco, Raquel presta a Javier un jersey.

Y a Celia y Pabli, un saco.